Acabo de leer un texto de Daniel Salzano titulado
“Rodríguez”, dedicado a Silvio Rodríguez y su unicornio. Mientras estaba
terminando de leerlo empecé a repasar mis propios recuerdos de la canción del
Unicornio Azul que se le perdió a Silvio. No es una de mis preferidas, pero me
resulta imposible no recordarla. Incluso
creo que a fuerza de repetición capaz que me la sepa entera. Es como tantas
otras canciones que me trasladan irremediablemente a mi infancia. A ese momento
en que mi madre o mi padre ponían un disco en el equipo de música y la casa se
llenaba de canciones de Silvio Rodriguez, Mercedes Sosa o Joan Manuel
Serrat. Y entre tanta música y sueños de
esperanza y belleza condensada en la las palabras que flotaban en el aire, nosotros
jugábamos distraídos, pasábamos por esos instantes casi sin percatarnos que esas
palabras se iban grabando en nosotros, entrando subrepticiamente por nuestros oídos,
yendo a dormir en algún lugar de nuestras mentes y nuestros corazones. Y las
canciones y las letras y las palabras, palabras mágicas como “Unicornio” o “Serpiente”,
se fueron quedando ocultas, dormidas, susurrando dentro de nosotros,
despertando a veces cuando caminando por la calle escuchábamos una de sus
canciones. Y de pronto nos descubríamos tarareando una canción de unicornios o
flotas cubanas de guerra o de una mujer con sombrero. Y la letra, sorpresivamente,
nos seguía brotando de los labios como dictada por una voz interna que nos
costaba reconocer, aun varias cuadras después de haber dejado de escuchar la música.
Y la magia volvía por un ratito. Y con ella, volvía mi infancia, la cara de mi
madre que bailaba recorriendo la casa cantando. Y yo volvía a ser chico. Como
ahora, cuando termino de leer a Salzano y me doy cuenta que otra vez estoy
tarareando la canción de Silvio y tengo 11 años y no entiendo muy bien porque
el unicornio se fue dejándonos tanta tristeza.
No comments:
Post a Comment