Thursday, February 27, 2014

Spanglish III

A ver... sigamos con la historia del profe y la alumna... unos días despues


Estaba leyendo el diario por Internet cuando vio la noticia: “Whatsapp fue comprado por Facebook”. Automáticamente se acordó de ella. Había demorado todo lo posible el reencuentro, el siguiente contacto. La época de exámenes había ayudado un poco. Hubiera sido bastante incomodo, al menos para él, encontrarla de nuevo en la facultad, después de aquella noche. Además, sabía que ella lo iba a fulminar con la mirada en cuanto lo viera. La conocía lo suficiente como para saber que no le había hecho gracia su huida furtiva en la madrugada. No es que fuera una mina romántica que esperaba que la despertaran llevándole el desayuno a la cama. Aunque sea podría haberse despedido.

Decidió llamarla. De todas formas tenían que volver a verse. Quería volver a verla. Una parte de él había pasado los últimos días pensando en ella. Su imagen estaba ahí, flotando todo el tiempo en su mirada, como interfiriendo en su visión del mundo. Busco el celular en el bolsillo del saco. Lo tomo con la mano derecha y dibujo el patrón de desbloqueo. Abrió la lista de contactos y busco su nombre. Su contacto solo tenía cargado el teléfono, sin foto ni mail. Presiono el botón verde de llamar mientras se llevaba el teléfono al oído. Después de unos segundos escucho el tono de llamado. Uno, dos, tres, cuatro tonos y después el mensaje impersonal del contestador: “tres, cinco, uno, dos…”. Corto antes de llegar al “…no está disponible…”.

Estaba seguro que ella no lo iba a llamar. Y él tenía ganas de volver a llamarla. Una y otra vez. Hasta que pudiera volver a escuchar su voz del otro lado de la línea. Y quería volver a verla. Y mirar sus ojos y sus piernas delgadas. Y sus manos con esos anillos que a él le gustaban tanto.

Sabía que ponerse cargoso, después de varios días de no verla, de esquivarla, no era la mejor idea. Se sentía un adolescente pelotudo corriendo detrás de la minita que le gusta. Corrección, se sentía como era él cuando adolescente y una minita le gustaba. Los adolescentes de ahora ya no hacían esas cosas. El interés en una persona, una relación, es de pronto efímero, volátil. Como si no pudieran mantener la atención en algo que no fuera un teléfono celular por más de 5 minutos. El los veía llegar en los primeros años de la facultad, prendidos a sus móviles, chateando sin levantar la cabeza, conectados entre sí en alguna de las redes sociales de turno. Y trataba de acercarse a ellos. Remover barreras. Establecer contacto. Entender ese mundo de ansiedad permanente. Solo hoy. Todo ya. Hay que viajar ya. Conocer gente ya. Encontrar alguien que te gusta ya.

Y un día llego ella. Él la vio y lo primero que pensó fue que era la típica nena de papa. Malcriada. Intuyó que ella iba a buscar siempre y a cualquier precio ser el centro de atención. Podía recordar su pelo largo suelto. Su suéter azul casi eléctrico. Jeans gastados. Botas marrones. Flaca. La vio caminando rápido por un pasillo, viniendo hacia él y en ese momento alguien, otro de sus alumnos, la llamo y se acerco para presentarlos.

Después empezaron a verse en clase y resulto que ella no solo era linda, con esa lindura imperfecta tan propia de ella, sino que además era muy inteligente. Y tenía un sentido del humor bastante ácido. Y de a poco el se fue encariñando con ella. Y paso a ser su favorita en la clase. Y afuera de la clase. Y cuando se cruzaban en un pasillo  de la facultad, el se detenía y se quedaban charlando, de cualquier cosa. Y si él pasaba por la puerta del bar de la esquina de la facultad y la veía sentada adentro, automáticamente entraba, pedía un café y se sentaba a mirarla.

De alguna manera, ella se dio cuenta. En algún momento sus miradas se cruzaron y ella se dio cuenta. Y contra todo pronóstico, en vez de rechazarlo, de a poquito le empezó a dar señales, tibias, vagas. Y él la siguió mirando, buscando. Y se empezaron a encontrar fuera de la facultad. Una vez. Varias veces. Y él le hablaba de cine y de libros. Y ella le hablaba de los viajes que había hecho y los que quería hacer. Y aunque casi no tenían nada en común, podían pasar horas hablando, simplemente mirándose.

En algún momento a él se le había disparado una alarma interior que le decía que eso que estaba empezando a pasar cuando estaba con ella, cuando la miraba, estaba mal. El ya conocía esa alarma. No era la primera vez que le pasaba. Podía recordar otras alumnas que habían causado cuadros similares en el pasado. Una parte de él decidió ignorar la alarma. Otra parte empezó a sentir culpa. Y para esa época fue que empezó a soñar con ella.

La vibración del teléfono en el bolsillo lo trajo de vuelta. Era ella, devolviéndole la llamada.

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